jueves, 18 de junio de 2009

La pipa de la paz


Ayer recibí una llamada telefónica. Nada demasiado particular. La voz al otro lado de la extención saludó a su manera y procedió a ordenar que cuando menos una vez al día le llamara por teléfono. Añadió que esa charla que sosteníamos no contaba como llamada, por que la había hecho él y que quería, es mas, exigía recibir llamadas diarias.
Por supuesto que le iba a dar alguna respuesta de esas cáusticas que me salen tan bien, cuando se trata de nuestra relación. Pero al final añadió un comentario que selló mi boca. "La soledad es gacha" dijo. Nada mas. Una soledad que yo aprendí finalmente a manejar a mi modo, y que a él le está pesando.

Eso deberían pensar ciertos padres cuando se trata de relacionarse con los hijos. Que llegará el día en que no puedan dar órdenes, ni pegar de gritos por cualquier cosa. Que los insultos y los aplastones a la autoestima de los niños marcan y dejan cicatrices difíciles de borrar. Que provocar lágrimas de dolor y tristeza no son de ninguna manera métodos de educar a un hijo. Que la violencia tiene secuelas en el alma y en la mente. Que el autoritarismo y los comentarios nefastos repelen. Que no habrá quien quiera estar a tu lado por gusto, si siempre tienes pesimismo y críticas duras para todo y para todos.
No le llamé. Lo haré hoy por compromiso. Qué tristeza, tener que hablarle a tu padre "por compromiso". No por el placer de escuchar su voz, o por el gusto de estar con él. Simplemente un compromiso con un hombre de mas de 70 años con el que jamás me llevé bien.
Hoy día tenemos una especie de armisticio tácito, porque se cuida mucho de tocar temas "escabrosos" en mi presencia. Aunque sigue siendo machista y controlador, se que no quiere incomodarme, quiere llevar la fiesta en paz. Ha sido un fiscal implacable en determinados momentos. Pero ya no caigo en el juego de discutirle nada. Ya no cae en la tentación de provocar mis reacciones con sus comentarios misóginos.
Todas mis hermanas cuidan a mi madre en su casa. Yo no. Yo la llevo a mi propia casa, el día que me toca cuidarla. Pasar un día con los dos al mismo tiempo y en el mismo lugar, es algo que supera mis fuerzas y mi buena voluntad.
Dicen que me voy a arrepentir el día que se muera alguno de ellos. Que voy a lamentar no haber estado mas tiempo a su lado, que voy a llorar lágrimas de arrepentimiento y culpa por mi desapego. No lo creo. Ese chantaje que intentan hacerme con esas sentencias, no pega su chicle conmigo. Cuando ha sido necesario, cuando me han necesitado, he estado ahí. He tendido la mano una y otra vez. Ambos saben que cuentan conmigo para las duras y las maduras. Pero también saben que no disfruto ni me encanta estar con ellos.
Hay relaciones que se construyen así. Familias disfuncionales les dicen. Yo provengo de una de esas. No pretendo que ellos cambien su manera de ser. Tampoco busco ya su amor o aceptación. Eso dejó de pasar hace muchos, pero muchos años. Se (ahora) que a su manera me han querido. Y yo los quiero a mi propio estilo. No al que marca "el deber ser". Es curioso, soy un ser humano afectuoso, aprendí a serlo gracias al Chaparro, a mis hijos, con mis amigos, con mis compañeros... pero no con mis padres.


El mío, es un amor reseco, carente de muestras de afecto "normales", pero amor al fin.

martes, 16 de junio de 2009

DEPRESIONES

Apenas hoy descubrí algo que no había echado de ver. SOY DEPRESIVA... o lo era hasta hace muy pocos años. CCA me ayudó a superar eso y a tener un estado anímico mas saludable.
Ahí la llevo. Otra cosa que no me había percatado, NO ME DABA CABAL CUENTA DE TODO LO GORDA QUE ESTABA. Aunque les de risa. Hasta ahora que los pantalones me comienzan a quedar grandes, o justos, cuando antes me quedaban INJUSTOS o de plano no me quedaban.
No termina una de conocerse... cuando menos yo no.
Besos

SI QUIERES SABER... LO QUE UN CCA-OA ES